Principios del Reino

REINO DE DIOS, REINO DE LOS CIELOS Estas expresiones no aparecen en el AT, pero la figura de un rey se utiliza para señalar a Dios como supremo gobernante del universo. “Yaweh es Rey eternamente y para siempre” (Sal. 10:16; 47:2; Is. 33:22; 44:6). En el Sal. 136:3, Yaweh es el “Señor de los señores”. El concepto de Dios como rey estaba bien asentado en la mentalidad hebrea. Israel era una teocracia. Cuando se le propuso el reino a Gedeón, éste contestó: “No seré señor sobre vosotros … Yaweh señoreará sobre vosotros” (Jue. 8:23). Más tarde, Dios dio su aprobación para la instauración del reino de Israel, e hizo también grandes promesas a David, pero éste llamaba a Dios su rey (“Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío” [Sal. 5:2]). Después del exilio, la esperanza de Israel se centraba en la restauración del reino. Los profetas anunciaban: “Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces” (Is. 11:1). De manera que se esperaba la llegada del •Mesías para inaugurar una época en la cual volvería la gloria del reino israelita. En aquel día, la “hija de Sion” se regocijará, porque se le dirá: “Yaweh es Rey de Israel en medio de ti” (Sof. 3:15). La esperanza, entonces, incluía el reinado de Dios (“Y Yaweh será rey sobre toda la tierra” [Zac. 14:9]). Al mismo tiempo, el Mesías que Dios prometió a Israel había de ser, precisamente, un rey (Jer. 23:5). En el pensamiento de los eruditos judíos del período intertestamentario la esperanza del Mesías y la del reino de Dios se mantenían como dos conceptos escatológicamente separados. La expresión “reino de los cielos” se empleaba para evitar el uso de la palabra “Yaweh” o “Yahveh” (los evangelistas Marcos, Lucas y Juan usan más la expresión “reino de Dios”. Mateo, cuyo tratado estaba dirigido a judíos, prefiere usar “reino de los cielos”, evitando así el uso de la palabra “Dios”).

Por eso cuando •Juan el Bautista comenzó a predicar, “diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:2), sus oyentes tenían en mente estas ideas del AT y de las enseñanzas de sus eruditos. No debe entenderse que los israelitas le escuchaban pensando sólo en una dimensión política del reino anunciado. Aunque ésta estaba presente con mucha fuerza, el hecho de que se hablara del reino “de Dios”, incluía necesariamente aspectos espirituales que justificaban la necesidad del arrepentimiento que Juan predicaba. Pero ni el mismo Juan tenía un claro concepto de lo que vendría después de él. Por un lado, tenía muy presente la necesidad de reformas personales y sociales, como efecto de la preparación ante la llegada del reino (Lc. 3:1–15). Por el otro, no se quedaba en ello, puesto que intuía también el carácter espiritual del reino del cual era heraldo, cuando decía: “Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Lc. 3:16).

El Señor Jesús continuó con el mensaje de Juan el Bautista (“Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios” [Mr. 1:14]). En la sinagoga de Nazaret, comenzó a dar los primeros detalles sobre este reino, cuando leyó en Is. 61:1–2 (“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido…”) y declaró que esa Escritura se estaba cumpliendo en esos mismos momentos (Lc. 4:16–21). Desde entonces, el ministerio del Señor Jesús explicaba en qué consiste ese reino y cuáles serían las consecuencias que traería a los hombres (“… les hablaba del reino de Dios” [Lc. 9:11]). Es evidente que los asuntos del reino de los cielos se presentan ante los ojos humanos no iluminados como misteriosos y difíciles de entender. El mismo Señor decía a sus discípulos: “A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan” (Lc. 8:10). Por sus continuas enseñanzas (Sermón del Monte) y especialmente con sus parábolas, fue describiendo las características de ese reino, que difieren totalmente de las reglas habituales en las cosas humanas.

Un aspecto que tenía necesariamente que presentarse era el asunto de la dimensión escatológica del reino de Dios y su realización en el momento actual. “Preguntado por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: El reino de Dios no vendrá con advertencia … porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros” (Lc. 17:20–21). De manera que con la encarnación del Hijo de Dios, había llegado el reino, pero, al mismo tiempo, se habla de él en una dimensión futura. Es algo que está por llegar. El mismo Señor dijo: “… porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga” (Lc. 22:18). El reino de Dios es escatología en proceso actual de realización. Entre algunos eruditos esto se expresa mediante el uso de una expresión: “Ya, pero todavía no”. Con el “ya” se alude a que el reino ha comenzado. Con el “todavía no” se apunta a que la manifestación total está todavía en el futuro.

El aspecto actual del reino se enfatiza con diferentes expresiones. Es algo que se posee ahora (“… de ellos es el reino de los cielos” [Mt. 5:3, 10]). Se busca (“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia” [Mt. 6:33]). Se recibe (“De cierto os digo, que el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él” [Lc. 18:17]). Es, evidentemente, un reino de carácter espiritual (Jn. 18:36). A lo largo de la historia de la iglesia han surgido muchas discusiones sobre el reino de Dios, mayormente porque unos ponen el énfasis sobre el aspecto escatológico y otros porque lo colocan sobre sus aspectos de realización actual, en el aquí y el ahora. Entre pensadores católicos, por ejemplo, se llegó a identificar el reino de Dios con la iglesia.

El hecho de que el reino de Dios tenga un carácter mayormente espiritual no quiere decir que de la esperanza de Israel se haya eliminado todo sentido político. Después de la resurrección, los apóstoles preguntaron a Cristo: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?”. Su respuesta no fue negar la posibilidad de ese reino de Israel. Lo que les dijo fue que a ellos no les correspondía “saber los tiempos o las sazones” (Hch. 1:6–7).

La palabra que usa el NT para “reino” es basileia, la que tiene un sentido restringido y otro más amplio. El restringido se refiere al gobierno de un rey en un área específica, así como a un período. El sentido amplio habla de una estructura ideal de orden, dominio y señorío, sin apelación necesaria a la geografía o el tiempo. En esta última forma debe comenzar la interpretación de la frase “reino de Dios”, pues éste es el dominio real de Dios en la vida interior y exterior de los hombres obtenido por medio de la vida, muerte y resurrección del Señor Jesús.

Continuará…..