Preguntas Frecuentes

Preguntas frecuentes sobre la sanidad divina

1. ¿Por qué se sanan unos, y otros no?

La respuesta a esta pregunta se halla dentro de la soberana sabiduría de Dios, pero se pueden hacer algunas observaciones. Algunos están enfermos debido a los efectos del pecado. En el Nuevo Testamento podemos hallar un ejemplo de esto en 1 Corintios 11:27–30. Esta es la razón por la que siempre le deberíamos pedir al Espíritu Santo que escudriñe nuestro corazón y nos muestre las posibles zonas escondidas de pecado que nos estén impidiendo recibir la sanidad.

Otra posibilidad es que el Señor esté tratando de enseñarnos algo, como hizo con Pablo (2 Corintios 12:7), o con Job. En estos casos, necesitamos buscar que el Señor nos dé comprensión.

Además, está la cuestión del momento adecuado. Muchos no reciben la sanidad inmediatamente. En un caso así, necesitamos recordar las palabras del Señor cuando nos amonestó diciéndonos que debíamos orar siempre, sin desmayar (Lucas 18:1). Dios tiene su tiempo. La palabra kairós en el idioma griego del Nuevo Testamento significa “un punto determinado dentro del tiempo”, “un momento para la decisión”, o también puede significar “momento favorable”, como en Hechos 24:25. El creyente no debe abandonar la esperanza, porque Dios tiene un momento para la sanidad de sus hijos e hijas.

La falta de fe también puede ser un impedimento a la recepción de la sanidad. El autor de la Epístola a los Hebreos, en una serie de lugares, nos amonesta a mantener viva nuestra fe en Dios. La primera epístola de Juan nos recuerda que la victoria del creyente va unida a su fe personal (1 Juan 5:4–5). Ladd señala que no todos los que estuvieron en contacto con Jesús fueron sanados. ¿Por qué? Según Ladd, “esta salvación física exigía una respuesta de fe”. No es de extrañarse que Santiago escriba en su epístola: “Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará” (Santiago 5:15). Después que hayamos examinado nuestro corazón, y no parezca haber indicación alguna de una razón para no ser sanados, debemos descansar en Dios. Hay momentos en los cuales no llega la sanidad. Muchas veces, desde nuestra perspectiva no hay forma de penetrar la inescrutable voluntad de Dios. Como ha escrito Ladd, “en la obra presente del reino de Dios … no todos los enfermos y lisiados son salvados … El poder salvador del reino de Dios aún no opera a nivel universal”.

2. Si la sanidad está incluida en la Expiación, ¿por qué no podemos estar seguros de nuestra sanidad, como lo estamos de nuestra salvación?

Hay quienes alegan que, aunque Dios haya prometido salvar a todos los que le invocan, en ningún momento ha prometido sanar a todos los que acudan a Él. La sanidad no ocupa el mismo lugar que la salvación en la Expiación, aunque sea inherente a la salvación. Virgil Warren nos proporciona algunas ideas significativas en cuanto a esta cuestión. Se refiere a tres tipos de sanidad. En primer lugar, se encuentra la sanidad psicológica y emocional. Muchas veces, los problemas psicológicos y emocionales son consecuencia del sentido de culpabilidad. Con la destrucción de la culpabilidad por medio de la regeneración, el creyente queda libre para experimentar la gracia sanadora de Dios en sus emociones. Warren menciona en segundo lugar que se debe hablar de sanidad psicosomática, puesto que, dice, “los desórdenes orgánicos” pueden ser consecuencia de causas psicológicas. En tercer lugar, está también el asunto de la sanidad física. Warren cree que ésta aparecerá con menos certidumbre, puesto que requiere “que entre en la escena una providencia divina especial”. Warren considera la sanidad física divina un resultado “no uniforme” de la salvación. Lo que significa esta expresión es que no podemos dar por supuesto que, de manera imprescindible, habrá una manifestación de sanidad divina cada vez que oremos para pedirla. Siempre habrá que considerar los factores de la sabiduría y la voluntad de Dios, entre otras cosas.

Por otra parte, a partir de las Escrituras, entendemos que cuando estemos enfermos, deberían orar por nosotros, y como veremos más adelante en el capítulo, es evidente que la voluntad normal de Dios es sanarnos. En lugar de esperar que no sea voluntad suya sanarnos, debemos orar con fe, confiando en que Él cuida de nosotros, y en que lo provisto por Él en Cristo para sanarnos es suficiente. Si no nos sana, seguiremos confiando en Él. Muchas veces, la victoria se obtiene mediante la fe (véanse Hebreos 10:35–36; 1 Juan 5:4–5).

3. ¿Por qué eran sanados todos los creyentes en el Nuevo Testamento, pero no lo son todos los creyentes de hoy?

En primer lugar, aunque algunos pasajes de los evangelios hablan de que Jesús sanaba a todos los enfermos, otros pasajes sugieren que no todos eran sanados. Ejemplo de esto lo hallamos en Juan 5. Este texto nos dice en el versículo tres que había “una multitud” de “paralíticos”, pero Jesús sólo sanó, como indica Juan, a “un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo” (v. 5). Más tarde, Juan se refiere al “que había sido sanado” (v. 13), como si en esta escena particular, sólo uno hubiera recibido la sanidad.

En segundo lugar, sabemos a partir de 2 Corintios 12:7–10 y Gálatas 4:13 que Pablo también luchó con algún tipo de enfermedad, posiblemente una dolencia crónica, que no desapareció en bastante tiempo, si es que llegó a hacerlo. Hans Dieter Betz, al comentar sobre Gálatas 4:13, escribe que “la expresión aszéneia tés sarkós … señala con toda probabilidad a una enfermedad real que tenía Pablo”. Es cierto que aszéneia se refiere también a la debilidad humana, pero aquí tiene el sentido de enfermedad. No sería de extrañar que una de las respuestas sobre por qué Dios permite que estemos enfermos, se encuentre en este texto. Pablo dice que fue a través (gr. di’) de esta enfermedad que llegó a predicarles a los gálatas. Para Pablo, “todo se volvía kairós (‘buena oportunidad’) cuando se trataba de proclamar el evangelio”. Así que, en este contexto, Dios usó una enfermedad para llevar a su siervo a un lugar concreto, a un pueblo concreto, y con el propósito concreto de que anunciase el evangelio.

Tenemos también el caso de Epafrodito, quien tenía una enfermedad mortal (Filipenses 2:25–27). Pablo describe la enfermedad de Epafrodito con términos muy conmovedores. La frase paraplésion zanáto significa literalmente “un vecino muy cercano a la muerte”. Ciertamente, se recuperó, pero sólo después de haber estado a las puertas de la muerte.

Por último, necesitamos mencionar a Timoteo, el joven ayudante de Pablo en el ministerio. Pablo le recomienda en 1 Timoteo 5:23 que beba un poco de vino porque tiene un problema estomacal. Es evidente que se trataba de un problema crónico de salud con el que Timoteo luchaba. Ciertamente, habrían orado con Timoteo, pero en el momento en que le escribió Pablo, no había sido sanado. ¿Cuál es el consejo de Pablo? Usa lo que tengas a tu alcance para que te ayude en tu situación. J. N. D. Kelly señala que “los efectos beneficiosos del vino [esto es, del jugo de la uva] como remedio contra las molestias dispépticas, como tónico y como medio de contrarrestar los efectos del agua impura, eran ampliamente reconocidos en la antigüedad”. Generalmente, el vino que se recomendaba era jugo de uva acabado de obtener, sin fermentar, puesto que el vino fermentado irrita las paredes del estómago. Dicho en palabras de hoy, Pablo le estaba diciendo a Timoteo que tomase la medicina que necesitaba. Esto es lo que podríamos llamar un relato histórico que sirve como ilustración y pauta.4 Es decir, que este texto funciona como precedente histórico para justificar el uso de medicinas durante los tiempos de enfermedad, cuando no hayamos experimentado una sanidad divina. No nos da justificación para permitirnos el uso de bebidas alcohólicas.

4. ¿No se debiera considerar la sanidad divina más como la excepción, que como la regla?

La Biblia nos muestra que Dios no nos abandona a nuestras propias fuerzas cuando nos enfrentamos a las pruebas y las luchas de la vida. Necesitamos estar profundamente conscientes, tanto del interés de Dios en sus hijos, como de su deseo de formar parte de nuestra vida de una manera sobrenatural. Lo que ha significado esto en la práctica, es una expectación de que Dios obre en cosas como las enfermedades, al sanar a los que las padecen. Por ejemplo, tomemos Santiago 5:14–16. Es probable que la sanidad mencionada en Santiago 5:14–16 no sea el don carismático de sanidad, sino más bien la consecuencia de las oraciones de la comunidad y de los ancianos por el enfermo. Este pasaje es de aplicación general en su llamado a la sanidad de los enfermos. Santiago escribe: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.” Está claro en el texto que es la oración la que produce la sanidad, y no la unción con aceite ni la imposición de manos.

Algunos hablan hoy de la sanidad divina como algo “excepcional e inesperado”. En cambio, la Iglesia Primitiva no creía que la sanidad divina fuera “un acto totalmente inesperado de Dios”. Al contrario, oraban por los enfermos, esperando que se recuperarían. El lenguaje de Santiago 5:14–15 no deja dudas en cuanto a esto. En este pasaje se afirma llanamente que “la oración de fe salvará al enfermo”. Es obvio que Dios puede decir que no, y lo hace a veces. En su sabiduría, puede negar la sanidad, pero esto no es lo que las Escrituras señalan como normativo. La voluntad normativa de Dios consiste en sanar a los enfermos a partir de la base de la obra de Cristo, y por medio de la fe del creyente en Él.

¿Cómo se debe hacer la oración? Santiago dice que “tés písteos”; esto es, “en fe”. La fe le restituirá su integridad (gr. sódzo), “salvar” y “poner bien”. Santiago dice a continuación (5:16) que debemos orar los unos por los otros para que seamos sanados (gr. iazéte, subjuntivo pasivo de iáomai). El subjuntivo sugiere que podemos recibir la sanidad si oramos y pedimos que otros oren por nosotros. Hay una clara indicación de expectación. El texto es muy positivo con respecto a la sanidad. Si está enfermo, pida que los creyentes, y no sólo los ancianos (véase 5:16), oren por usted para que pueda recibir sanidad. “La expectación de la sanidad está relacionada a la eficacia de la oración.” “El resultado prometido, y que debe haber sido el normal … es que el poder de Dios sanará al enfermo.” D. Edmond Hiebert, erudito que se halla sólidamente establecido en las filas evangélicas, aunque no está asociado normalmente con la creencia en la sanidad divina, escribe: “La afirmación de Santiago no considera siquiera la posibilidad de fracasar.”

La sanidad divina va más allá de lo excepcional. Decididamente, es algo con lo que Dios querría bendecirnos más de lo que estamos experimentando. P. T. Forsyth lo expresa bien al decir: “Es su voluntad-su voluntad por gracia-que la oración lo persuada y obtenga bendiciones de Él.” ¿Dónde está el problema? ¿Por qué no la experimentamos con más frecuencia? Como hemos indicado anteriormente, la respuesta se encuentra en Santiago 5:14–16.

Observaciones Finales

La doctrina de la sanidad divina es un producto natural de esta búsqueda del cristianismo bíblico. No es una doctrina secundaria sino, al contrario, parte integral del mensaje de la Biblia entera. James Packer, teólogo anglicano, señala que la cuestión de si Dios sana directamente o no, es algo que se ha debatido a lo largo del último siglo entre los protestantes evangélicos. El problema que presenta este debate es que “normalmente, aísla la sanidad del cuerpo de la sanidad de la persona, como si el dualismo cuerpo-alma de las filosofías antiguas y modernas fuese cierto, y el concepto bíblico del hombre como una unidad psicofísica fuese falso …”

En contraste con algunos fundamentalistas dispensacionalistas y con los protestantes liberales, los pentecostales no encuentran extraña la idea de que Dios quiera sanar a los enfermos hoy sino, más bien, consoladora, y sobre todo, bíblica. Esto forma parte de la obra continua de Jesús en su Iglesia, mientras esperamos con ansias su regreso, “cuando venga lo perfecto” y “lo que es en parte” se acabe (1 Corintios 13:10). Estamos totalmente de acuerdo con Friedrich Graber y Dietrich Muller cuando afirman: “Cuando están dañados el bienestar y la buena salud de los humanos, Dios está activamente envuelto en la obra de restauración, y los cristianos tienen la responsabilidad de compartir este ministerio.” El Maestro nos ha llamado a predicarle el evangelio completo a la persona completa hasta que Él vuelva de nuevo. Esto comprende la sanidad sobrenatural del cuerpo, tanto como la del alma.[1]

 



[1] Teología sistemática: Una perspectiva pentecostal. 1996 (S. M. Horton, Ed.) (521–527). Miami, FL: Editorial Vida.