Escuela de Sesiones Ministeriales
¿Cómo Establecer un Instituto Bíblico Académico y Universidad Cristiana Teológica en su País?
Motivación
Como ministro y educador teológico, creemos en la educación teológica, sistemática y académica, dentro del cuerpo de Cristo. Esto permite la participación de los cinco ministerios (Efesios 4:11-14) para que se equipe al creyente de forma integral.
Hay dos tipos de necesidades percibidas en la educación dentro de la iglesia. La primera es la necesidad de renovar el método utilizado en la educación cristiana. Debemos reconocer la necesidad de una mayor preparación teológica para los miembros de la iglesia, los líderes y los que han sido llamados al ministerio. Este reconocimiento nos ha llevado a plantear un método alternativo al de educación bíblica dominical, éste es, la educación teológica académica. Si por educación bíblica dominical entendemos la enseñanza de lecciones bíblicas para la aplicación de éstas en la vida cotidiana, en el caso de la enseñanza teológica académica pensamos en la utilización de un cuerpo de materias para la vida cristiana integral, reforzando el fundamento bíblico y doctrinal. La educación teológica académica puede desarrollarse de dos maneras: por medio de un instituto bíblico de tres años de estudios, y por medio de una universidad cristiana teológica. En algunos casos se podrá combinar las dos al mismo tiempo. Esto implica una diferencia en la filosofía educativa en la iglesia cristiana. No se trata de enseñar para que la persona ponga en práctica lo que está recibiendo como enseñanza, sino para que ésta ponga en práctica lo que está recibiendo como mensaje para acciones y determine bajo la dirección e iluminación del Espíritu Santo y las Escrituras, lo que está inter-aprendiendo con sus hermanos en la comunidad cristiana académica.
La segunda es la necesidad de mantener el fundamento bíblico para la renovación en el Espíritu. Cualquier intento de operar educativamente en la iglesia siempre se ha encontrado con un dilema: aceptar los conocimientos que la ciencia humana está proveyendo, y entonces dar la impresión de quedar reducida a los elementos que ésta le propone; o desecharlos, y seguir intuitivamente su curso, con el riesgo de ser llamada retrógrada o fanática. La utilización adecuada de la Biblia corrige sabiamente este dilema, pues podemos usar los recursos de la ciencia y técnica actual, sin llegar a la idolatría, siempre y cuando mantengamos a las Escrituras como la autoridad primera y suprema de la verdad.
La Tradicional Escuela Dominical
En 1780 surgió la Escuela Dominical en Gloucester, Inglaterra; su fundador fue Robert Raike. Inicialmente, fue diseñada para enseñar a leer y a escribir a niños de condición socio-económica deplorable que tenían problemas de analfabetismo. Es decir, la enseñanza religiosa ocurría en manera paralela a su objetivo primario, la enseñanza de lectura y escritura. Sin embargo, este movimiento encontró muchas resistencias, incluso persecuciones. En los últimos años del siglo 18 y en las primeras décadas del 19, la Escuela Dominical se asentó en la forma como la conocemos hoy. En 1857, Los Bautistas del Sur de los Estados Unidos la incorporaron oficialmente en su programa eclesiástico. En 1872, luego de la Quinta Convención de Escuelas Dominicales realizada en los Estados Unidos, es consolidada de manera internacional.
En términos generales, se considera a la Escuela Dominical como la agencia de la iglesia que se reúne regularmente para servir a personas de todas las edades y cumplir cinco funciones principales: enseñanza de la Biblia, comunión entre los participantes, promoción de la iglesia, entrenamiento de los miembros, y evangelismo. El instituto teológico académico, tal como lo proponemos aquí, no busca suprimir a la Escuela Dominical, sino enriquecer el currículo de enseñanza de la iglesia de modo que se alcance una mejor formación del miembro de la iglesia local. Adoptamos el siguiente concepto de currículo (o curriculum): el conjunto de actividades que constituyen los elementos que permitirán el cumplimiento de los objetivos que la Iglesia del Señor se ha propuesto en la formación de creyentes, líderes y llamados al ministerio. De esta manera la iglesia local no solo es pionera en equipar a otros en su propia congregación, sino también a otros fuera de sus cuatro paredes.
A quiénes va dirigido este consejo
Este consejo de establecer institutos bíblicos o universidades cristianas teológicas, va dirigido principalmente a grupos de cristianos que comparten dos intereses básicos: el crecimiento integral de la iglesia y el aprovechamiento de los recursos educativos teológicos para que este desarrollo se lleve a cabo eficientemente. Entre éstos se encuentran, al menos, cuatro clases de personas: pastores; líderes y miembros interesados de la iglesia local; líderes de organizaciones denominacionales; profesores y estudiantes en el campo de la educación teológica en la iglesia; y todo creyente que desee crecer en las Escrituras.
Los pastores de iglesias locales son registrados en primer lugar, debido a su responsabilidad sobre el rebaño (Hebreos 13:17). De la manera como están organizadas la mayoría de nuestras iglesias, da la impresión de quienes primero estarán interesados en el mejoramiento de la educación cristiana de la iglesia deben ser los pastores. En segundo lugar, son registrados los líderes y miembros interesados de iglesias locales, porque estas personas constituyen el grupo de centinelas en toda iglesia que busca siempre con pasión santa el mejoramiento de todas las instancias de ésta. Además, ellos constituyen el crisol de la recepción y desarrollo de vida de la iglesia. En tercer lugar, los líderes de organizaciones, tales como denominaciones o Asambleas de iglesias, porque son responsables, entre otras cosas, de la política administrativa de las iglesias. Además, en muchos casos, la implantación oficial de este programa en la congregación local requerirá su endorso y su aprobación final. Los profesores y estudiantes en el campo de la educación cristiana, ya que constituyen el espacio donde la iglesia universal fragua su edificación educativa en el Espíritu. La importancia de este grupo es tal que, solamente para ilustrarlo, basta mencionar el lugar que ocupa la Educación Cristiana es el currículo de los institutos y seminarios teológicos alrededor del mundo; y los creyentes en general que conformaría la totalidad del cuerpo de Cristo. En fin, todo creyente es un discípulo y discípulo significa, entre otras cosas “estudiante”, somos estudiantes de la Palabra y debemos dar honor a nuestro llamado estudiando sistemáticamente la Palabra de Dios.
Características la educación teológica académica
En términos de su utilidad, el presente concepto busca facilitar la articulación de un nuevo sistema de educación teológica para la iglesia local, con las siguientes características:
1) La iglesia no va al instituto teológico, el instituto teológico va a la iglesia.
2) La iglesia no delega un grupo especial para que sea preparado teológicamente, toda la iglesia se prepara teológicamente.
3) No se crea un departamento extraeclesiástico, se promueve un departamento intraeclesiástico.
Buscando ser coherente y progresiva, el presente tema gira alrededor del concepto del “instituto teológico”, su lugar en la iglesia local, así como su planificación, organización, implantación, evaluación y mejora contínua. Como nota aclaratoria convendrá decir que se utiliza el término “hombre”, “hermano” y “obrero” para referirse conjuntamente tanto al hombre como a la mujer, conjuntamente. La connotación general se aplicará en cada caso, a menos que se requiera una diferenciación.
I. El lugar del instituto teológico en la iglesia local
“Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.” 1 Corintios 12:7
Sumario: El foco de este capítulo es la delimitación del tema, es decir, definir a la iglesia local, proponer un concepto de instituto teológico, y la interrelación entre ellos. Para este efecto se utilizan conceptos operativos, o sea, en función de su aplicación.
Concepto de iglesia local
Desde un punto de vista funcional, la iglesia puede ser considerada una entidad operativa, a cargo entre otras cosas de la tarea de educación de sus miembros. Es decir, la iglesia local es vista como un grupo de cristianos reunidos bajo ciertas condiciones. Estas condiciones permitirán la concepción de la educación en la forma de un instituto teológico local, cuya organización y funcionamiento reposan en un reconocimiento cuádruple: el reconocimiento de Dios, la doctrina, la organización, y la visión de crecimiento. Trazando una línea de progreso, podemos considerar el reconocimiento de Dios como el inicio del camino; la doctrina como el elemento constitutivo de esta vía; la organización como la puesta de la vía en su lugar respectivo; y la visión de crecimiento como la progresión en el camino hasta el retorno del Señor. Esta congregación, o hermanos del Camino, será donde un instituto teológico académico puede operar.
“Es una iglesia cuyos miembros tienen la certeza del reconocimiento de Dios como el centro de sus vidas”
La condición fundamental es que este grupo de personas crea que Dios hizo al mundo y que Dios está actuando en su creación. Esta acción divina se da en manera multiforme e indubitable, de acuerdo a la voluntad del Padre Celestial. Voluntad que en su máxima forma de expresión es manifiesta en la persona y ministerio del Señor Jesucristo, como revelación absoluta del sublime y perfecto amor de Dios. Este mismo Dios de amor continúa presente hoy en su iglesia, a través de la presencia y actividad del Espíritu Santo. Y este Dios es el mismo y único Dios verdadero de quien el apóstol Pablo declara en Romanos 11:36, “Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén”.
Como su Dios no es un Dios lejano, extraño o no familiar, el cristiano miembro de una iglesia local goza de la oportunidad de vivir en una relación única y personal con este Dios; relación que en lo que corresponde a su significado es maravillosamente cautivante. A tal punto es de hermosa y lúcida esta experiencia, que el cristiano vive una romántica relación con su Padre Celestial, pero una relación que también es realista mientras dure su peregrinar en la vida. Cuando una persona toma conciencia del amor de Dios revelado a través del Señor Jesucristo y de las buenas nuevas proclamadas en su ministerio, entonces ésta tendrá una serie de reacciones de gratitud, porque “antes estaba perdida”, y “ahora es salva”. Todas las implicaciones de esta concienciación pueden ser resumidas en la llamada divina de su Señor y en su respuesta humana de querer servirle en el lugar que le corresponda entre su pueblo, dentro y fuera de la iglesia.
Finalmente, el cristiano descubre la magnífica experiencia de la comunión con el Espíritu Santo. No solamente Dios está actuando en su creación, y especialmente en sentido redentor por medio del Señor Jesucristo, sino que ha provisto un Consolador que está enseñando a su iglesia las maravillas de ser llamados hijos de Dios. Este cristiano podrá entonces ver la oportunidad de instruirse en comunidad con sus hermanos, como iglesia y sin temor, porque el Espíritu de Dios está en medio de ellos.
Es una congregación doctrinal
Doctrina es el cuerpo de creencias que la iglesia tiene como el sano entendimiento de su peregrinaje en esta tierra. Es posible decir, sin temor a equivocación, que toda iglesia cristiana, por muy pequeña o grande que sea en número u organización, tiene un cuerpo doctrinal que guía su interpretación de los tiempos y circunstancias en que le ha tocado vivir. Las creencias doctrinales deben estar basadas en la Biblia como la Palabra de Dios. Por lo tanto, la iglesia es cristiana, y como cristiana, bíblica. Esto le da a la doctrina, entre otras características, la de ser viva y eficaz (Hebreos 4:13). El que la doctrina sea bíblica, y por lo tanto viva y eficaz, asegura que los miembros de la iglesia tendrán una fuente—la Santa Biblia—en la cual pueden descansar para el sano entendimiento de lo que es la vida cristiana. En ella encontrarán alusiones directas a diversos tópicos y dirección cierta sobre actitudes ante situaciones nuevas que afloran según el tiempo y lugar en que se encuentre la iglesia del Señor.
De la existencia de la doctrina con bases bíblicas se desprende el que los miembros de la iglesia tengan la capacidad para estar alertas, apercibidos de la sana doctrina de su congregación. Esto les asegurará un sentimiento de convicción espiritual, creciendo en una fe, que por ser cierta, es inteligente. Así mismo, una vida cristiana más productiva, la que por ser edificada en el Espíritu, será para la gloria de Dios.
Es una congregación organizada
Organización es la manera de integrar sus componentes para poder actuar de manera eficaz y alcanzar sus objetivos como iglesia del Señor. Por lo tanto, la iglesia es cristiana, bíblica y organizada. Se ha dicho, y con justicia, de que Dios es Dios de orden, y que esto se puede percibir en todas las manifestaciones del poder divino. Siendo esto aplicable a la iglesia, podemos encontrar que la comparación de ésta con el cuerpo humano (Efesios 1:23) o con un edificio (Efesios 2:21–22) confirma la necesidad de verla como organizada en una forma especial, dado su carácter único en la tierra. En la idea de organización especial está implícita la de orden especial. Para que exista este orden, tendrá que existir un acuerdo de las partes del Cuerpo del Señor, de manera que cada una de ellas pueda funcionar en armonía, de acuerdo a su don. Los conceptos humanos de organización pueden servir para entender mejor el tópico, pero nunca podrán garantizar su éxito, pues éste depende de parámetros que corresponden a la dirección que proviene de Dios mismo.
Es una congregación con deseos de crecer
Para efectos de este manual, la iglesia es definida como una congregación con deseos de crecer. Al hablar de crecimiento, la idea es la de crecimiento integral, es decir, en todos los elementos posibles que constituyen la iglesia como una comunidad de santos. Por lo tanto, la iglesia es cristiana, bíblica, organizada y con deseos de crecer. El apóstol Pedro presenta esta idea de crecimiento en 2 Pedro 3:18, pasaje exhortativo, asociado al tema de la venida del día de Dios. Uniéndose al apóstol Pablo, llama a los hermanos al crecimiento en la gracia y en el conocimiento del Señor.
Su visión de crecer como iglesia cristiana, bíblica y organizada constituirá su círculo hermenéutico. Esto es, la manera en que puede entenderse la iglesia, ministrársele, y recibir su ministración en una interacción donde ministrantes y ministrados se transforman en el proyecto de Dios como el todopoderoso ministrante y la congregación como interministrantes los unos con los otros en el nombre del gran ministrador que está presente por su Santo Espíritu. Una iglesia con estas características estará preparada no para nuevos retos sino para nuevas oportunidades.
Concepto de instituto teológico académico
El instituto teológico académico es un lugar. Esto significa que es un espacio con un objetivo específico: el de hacer teología. Si teología es “la reflexión participativa, por parte del cristiano, de los hechos de Dios en su creación y especialmente en la obra de Jesucristo”, el quehacer teológico, bajo la forma de un instituto teológico dentro de una iglesia local, se desglosará con el siguiente perfil: en el nombre de Dios, en comunión con el Espíritu Santo, dentro de la visión de la iglesia, compartiendo información de la vida cristiana, con testimonio de los testigos de Dios, edificándose mutuamente, alimentándose mutuamente, con reconocimiento de las funciones del Cuerpo de Cristo dentro de la iglesia, así como en la comunidad fuera de la iglesia, y buscando en todo agradar a Dios.
Un lugar para reunirse en el nombre de Dios
“En el nombre de Dios y por lo tanto para su gloria” expresa la razón para realizar todas las actividades que pudieran darse dentro del instituto. Es Dios quien produce esta experiencia, dentro de la gran experiencia de la iglesia y sus ministerios. Es en su nombre que todos los participantes del instituto se reúnen, porque tienen sed del conocimiento de su Señor. Cualquier otro motivo deberá ser santificado y reorientado en el nombre de Dios, puesto que éste es el único motivo rector de la existencia del instituto teológico. Porque Dios es quien pone “el querer como el hacer” (Filipenses 2:13), es de esperarse que todos los aspectos del instituto, su existencia y funcionamiento, sean de acuerdo a la buena voluntad de Dios. Esto implica incluso que no debe haber lugar para murmuraciones y contiendas. Por el contrario, debe manifestarse una la iglesia magistral, es decir, comunidad de creyentes que el Señor llama a actuar como “lumbreras en el mundo”.
Un lugar para tener comunión con el Espíritu
Conforme la promesa del Señor Jesucristo, gozamos de la ministración del Espíritu Santo. ¡Qué mejor maestro podríamos tener que Dios mismo entre nosotros! Esta presencia divina, prometida y proclamada en palabra y hecho a través de los siglos, es el maestro rector de todo lo que se haga, en otras palabras, produce que todo se realice en su presencia y con su asistencia y guía. Esta situación no es idealista ni irreal, porque el Señor Jesucristo prometió que el Espíritu Santo nos enseñaría “todas” las cosas (Juan 14:26). Descansando en esta promesa, los discípulos tendrían cómo vencer la turbación y el miedo. La historia de la iglesia registra de la militancia de la iglesia mártir, la iglesia de los primeros tiempos. Estas “cosas” que el Espíritu Santo sigue enseñando a su iglesia pueden encontrar canales de expresión en un instituto teológico local.
Un lugar para participar de la visión de la iglesia
La visión de la iglesia determina el papel e importancia de un instituto teológico para preparar a sus miembros. Por lo tanto, esta visión delimita las actividades de cualquier índole que pudiera pensarse al referirnos al instituto. El apóstol Pablo encontró que en el propósito que tuvo Dios en Cristo Jesús (Efesios 3:11), había motivación suficiente no solamente para justificar su vocación personal sino también para orar de modo que los cristianos seamos “capaces de comprender” y “de conocer” todo esto cimentado en el amor de Dios mismo. Este pensamiento debe guiar la visión de la iglesia, y en ella el instituto teológico podría ser visto como parte de la respuesta a la oración del apóstol.
Un lugar para compartir información de la vida cristiana
Como seres humanos somos seres comunicantes. Como cristianos comunicamos una vocación, la vocación cristiana. Todo el fenómeno de la vida humana, esencialmente en su forma de ser cristiana, encontrará un espacio de expresión en el instituto teológico de la iglesia. En este caso, el instituto encuentra su apoyo ético en el consejo del apóstol a Timoteo, para que sea sin prejuicios y sin parcialidad (1 Timoteo 5:21). El compartir la formación de esta manera redundará en una mejor calidad de vida compartida entre los hermanos de la iglesia, y esto se transformará en un círculo abierto a la comunión con los nuevos participantes de la experiencia teológica académica.
Un lugar para compartir el testimonio de lo que Dios está haciendo en la vida de los testigos
Como cristianos, somos testigos del Señor. El instituto teológico será un lugar apropiado para dar y recibir los “informes” de la acción del Espíritu Santo en la vida de cada uno de los hermanos. Esto le dará un sabor del tiempo neotestamentario a las reuniones, cuando todos los hermanos se reunían para prepararse como parte del Cuerpo del Señor Jesucristo. Y le dará raíces de gozo, puesto que será una celebración con el Señor (una reminiscencia de la parábola dada por el Señor, registrada en Lucas 15:1–7).
Un lugar para seguir un plan de formación edificante para la gloria de Dios
El instituto está programado para ser secuencial en los cursos, de acuerdo a un plan que permita el crecimiento de los participantes. Esto será para la gloria de Dios, ya que creará un sentir de que por Dios y para Dios hacemos todas las cosas, correspondiendo todo esto al concepto de la edificación mutua expresado en 1 Tesalonicenses 5:11. Por lo cual el instituto será un lugar donde siempre los hermanos se estarán animando mutuamente para gozar de la gloria de Dios, del Dios de la vida verdadera. Cualquiera que fuere el concepto de edificación que tenga la iglesia, siempre tendrá que concluir en que esta edificación girará alrededor de la gloria de Dios. Y el instituto como parte de su ministerio eclesial, estará dentro de esta hermosa vocación.
Un lugar para alimentar el rebaño
Proponemos que el instituto sea coparticipativo, dando lugar a la ministración mutua, lo cual le dará una peculiaridad interesante. Esta peculiaridad o característica especial es que la alimentación espiritual será cooperativa, donde cada miembro del instituto tendrá la oportunidad de participar a sus hermanos de lo que está aprendiendo en Dios, y así mismo tendrá la oportunidad de recibir de ellos, en forma recíproca, lo que los otros están desarrollando en el proceso educativo (Romanos 12:4–5).
Un lugar para reconocer las funciones del Cuerpo de Cristo
Es muy conocida la figura que utiliza el apóstol Pablo para informarnos de la importancia que tenemos como parte de un mismo cuerpo (1 Cor. 12:14–18). El instituto provee el espacio necesario para el reconocimiento de nuestra participación individual como parte del cuerpo de Cristo, y esto traerá como consecuencia la comunión de los santos para sanidad y crecimiento integral en la comunidad eclesial.
Un lugar para realizarse como miembro activo de la comunidad
Siendo la iglesia la luz y la sal en este mundo, será lógico el que la formación teológica de los miembros de una congregación local no quedará encerrada dentro de las paredes de la comunidad eclesial. Esta trascenderá a la comunidad que rodea a la iglesia. Este será un espacio para que la luz pueda ser vertida a la comunidad, y los pueblos vean que la luz y la sal están mezcladas en el testimonio del amor de Dios (Mateo 5:13–16).
Un lugar para agradar a Dios como obreros preparados
El concepto de agradar a Dios está dado en las Escrituras, desde el principio hasta el fin. El Señor Jesucristo refirió algunas parábolas y enseñanzas sobre la necesidad de estar apercibidos, o listos, para crecer como obreros preparados (Véase, por ejemplo, Mateo 25:1–13; Lucas 12:35–40; Lucas 16:1–15). El hermano que esté dispuesto a tomar un tiempo de preparación en el instituto teológico, será alguien con disposición en su corazón de agradar a Dios como un obrero que merezca el reconocimiento de su Padre Celestial.
El lugar del instituto teológico en la iglesia local
Retomando el concepto operativo de la iglesia local, el instituto teológico académico encontrará su lugar en una iglesia que sienta, básicamente, la necesidad de renovarse. Del pasaje en Efesios 4:17–32, destacamos los versos 23, “renovaos en el espíritu de vuestra mente”, y 29, “ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación”. Pensando en la posibilidad de un instituto teológico dentro de la iglesia de nuestros tiempos, consideramos que dicho proyecto encontrará su lugar en una iglesia que sienta la necesidad de renovarse en los aspectos administrativos, de aprovechamiento de recursos, así como en lo teológico. Todo esto dentro de su vocación como cuerpo de Cristo es la experiencia que llamamos circumpatía.
Renovación administrativa
El concepto de administración que se propone es el siguiente. Tener un orden de acciones coherente a la visión de la iglesia, a sus recursos, y a su aprovechamiento de dichos recursos para lograr excelencia en los resultados; todo esto bajo la guía del Espíritu Santo. La inspiración para proponer esta renovación administrativa viene de Pablo y su testimonio en 2 Corintios 3 al 7:1. Él dice de manera explícita: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro” (4:7) que es un argumento a favor de la humildad en este proceso ministerial que busca ser renovador, con la confianza de que “nuestra competencia viene de Dios” (3:5c). Esta clase de inspiración nos hace comprender la necesidad de decirle a la iglesia que parte del perfeccionamiento en la santidad y en el temor de Dios (7:1) es buscar lo mejor en la ministración de la grey.
Consideramos que solamente personas con humildad suficiente pueden tener el valor para entrar en un proceso de riesgo en el nombre del Señor. La iglesia necesita de estas personas, y estas personas necesitan redescubrir la visión de su iglesia para buscar nuevas posibilidades en la búsqueda de la excelencia.
La idea de un instituto teológico académico puede ser una alternativa dentro de estas intenciones. Esto demandará actividades sanas e innovadoras, que no tienen mucho que ver con la palabra reto, sino más bien con oportunidades. La iglesia no necesita adoptar una posición agresiva para pensar en la necesidad de un instituto teológico. Antes bien, necesita sentir que en la administración de sus dones, un instituto de esta naturaleza será una fuente de bendiciones saludables. En fin, ésta es la clase de iglesia para la cual ha sido diseñado el instituto teológico académico.
Renovación en el aprovechamiento de los recursos de cada uno de sus miembros
Como partes del Cuerpo de Cristo, en cada congregación, cada uno de sus miembros tiene una función que cumplir. Esto no corresponde a ningún concepto moderno de administración, sino al fundamento bíblico que nos permite considerar a la comunidad de creyentes como necesarios los unos a los otros en función de la misma iglesia. Esta propuesta con una inspiración bíblica la encontramos en las palabras del Señor un poco antes de ser arrestado. La referencia específica se da en el pasaje de Juan 12:12 al 17:26. Cada uno de los miembros del Cuerpo de Cristo es valioso y tiene la promesa del pámpano de Dios (15:4). No es posible dejar pasar por alto que si una agencia de la iglesia está unida a la vid verdadera, cada uno de sus miembros dará frutos en abundancia. Examinando los avivamientos en la historia del Cristianismo, éstos mantienen la constante de una integración del pueblo de Dios. No ha habido avivamientos solitarios, siempre han sido comunitarios y participativos.
El desarrollo de un instituto teológico académico puede ser parte de un proceso de avivamiento integrado. En efecto, éste es el lugar del instituto tal como se propone en esta obra: ser parte del avivamiento por el cual siempre la iglesia ora y vibra, puesto que es parte normal de su desarrollo histórico y escatológico. Como corolario, solamente una iglesia que anhele un avivamiento en el aprovechamiento de los recursos que cada uno de sus miembros representa puede ver en la creación de una institución teológica local una oportunidad inmejorable. En términos bíblicos, esto tiene que ver con la mayordomía del pueblo de Dios.
Renovación en su quehacer teológico
Para el presente caso, teología es definida como la interpretación de la experiencia con Dios en nuestra vida diaria. Con toda seguridad podemos declarar que la iglesia cristiana tiene a través de su historia, en tiempo pasado y presente y futuro, hasta que el Señor venga otra vez, exponentes teológicos que constituyen verdaderos paradigmas. Y una de las características de estos maravillosos personajes cristianos, hombres y mujeres de Dios, es que han presentado propuestas de renovación que han bendecido en gran manera a la iglesia del Señor.
Es posible, dentro del propósito de crear un instituto teológico para la iglesia local, inspirarse en toda la carta a los Efesios, especialmente en 4:23, “y renovaos en el espíritu de vuestra mente”, así como en “comprobando lo que es agradable al Señor” (5:10). De este modo, la reflexión sobre la experiencia cotidiana con Dios será de acuerdo al mismo testimonio del Espíritu Santo. Una iglesia con este sentir estará lista no solamente para aceptar la idea de un instituto teológico en su edificio, sino que estará muy animada a comenzar con los preparativos para que éste funcione. En éste, como en los otros parámetros considerados para calificar a una iglesia en relación a su disposición para la apertura de un instituto teológico local, el hecho de que una determinada congregación no acepte esta propuesta no va a significar que ella no tenga un perfil de espiritualidad como el que se está sugiriendo aquí. Lo contrario es lo que no puede darse, es decir, el que una iglesia quiera tener un instituto teológico académico sin calificar con ciertos atributos espirituales. En este último caso, si la iglesia organizara un instituto teológico sin estos requisitos, estaría haciéndolo carnalmente, lo cual sería no solamente espúreo, sino repudiable.
Renovación de su identidad a través del aprendizaje participativo
Durante un tiempo de aprendizaje, con una meta dada por la visión de la iglesia y con un programa de entrenamiento a través del instituto teológico, los hermanos participantes del proceso encontrarán algo que es correlativo a la participación en grupos: la familiarización como hijos e hijas de Dios. Habrá que establecer la diferencia entre el aprendizaje participativo en un grupo sin la presencia del Espíritu Santo y un grupo con la presencia de Dios, tal como ocurre en la iglesia.
Fuera de Dios puede darse la simpatía (sentirse tocado por la situación del otro) o la empatía (sentirse en la misma situación del otro). En el caso de la identidad dentro de la iglesia habrá más que simpatía o empatía; habrá una circumpatía. Esto significa una interacción de círculo, donde la identificación no se da entre dos o más personas, una persona y un grupo, o un grupo y una persona o grupo. En la circumpatía la identificación se da no en función de interacciones sino en función de asociaciones. Es inspirada en la presencia del Señor (1 Juan 4:7–5:5). Las características de una asociación circumpática son las siguientes:
1) Dios está presente en el centro de la comunicación.
2) Dios está presente como persona de referencia en todos los constituyentes de la comunicación.
3) Dios está presente como trascendente a la comunicación.
Consideramos que una iglesia en la cual el amor de Dios encierra todas sus vivencias es una iglesia lista para intentar la creación de un instituto teológico, puesto que habrá asegurado la coparticipatividad en amor de sus miembros.[1]
Si desea más información de cómo establecer un instituto bíblico académico o universidad cristiana teológica en su país, comunique escribiendo a: dralvarez@ucis.us atención a: Dr. Henry Alvarez.
¡Bendiciones!
[1] Villamar, W. (1998). La educación teológica en la iglesia local (pp. 1–8). Decatur, Georgia: Asociación para la educación teológica hispana.